Sobre la seriedad en política: Matthei y el ministro de la motosierra en el CEP

Sobre la seriedad en política: Matthei y el ministro de la motosierra en el CEP

Por: Marcos González, Doctor en Sociología por la University of Cambridge, Universidad Diego Portales.

En medio de su presentación en el CEP el viernes pasado, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado de Argentina, Federico Sturzenegger, bromeó que “Javier gemía como si estuviera teniendo sexo” mientras le mostraban su plan de desregulación. El auditorio casi completo, con la candidata líder en las encuestas presente, además de prensa, investigadores y un número importante de candidatos a ser parte de un próximo gabinete, se rió a carcajadas, no sé si por “buena educación” o no. El ministro mostró orgulloso una foto de dos pilas de papeles de regulaciones, una antes y una después de la motosierra. No se mencionó nunca la crisis política ni la ola de protestas por la que atraviesa Argentina desde hace semanas.

Luego la candidata presidencial realizó su presentación. Señaló que el PIB de Chile ha crecido mucho menos que el de Irlanda y que se debe a su alta tasa de impuesto corporativo del 27% versus 12%. También mostró un gráfico de la reducción de Gini antes y después de impuestos y transferencias en varios países OCDE, insinuando que la bajísima reducción Chile demuestra que el Estado chileno no sirve para reducir la desigualdad. Criticó, asimismo, el aumento del presupuesto en Cultura en 45% y en Seguridad sólo en 2% y se preguntó, consternada, quién invertiría en Chile en estas condiciones.

Matthei, sin embargo, no especificó que: el PIB de Irlanda está inflado por “profit-shifting” (multinacionales declaran ganancias en Irlanda aunque sean generadas en otros lugares); que nuestra tasa de impuesto corporativo no es particularmente alta en términos internacionales; que nuestro nivel de deuda pública relativa al PIB nos pone en la parte baja de la OCDE; que la baja reducción del Gini antes y después de impuestos y transferencias se explica por lo regresivo del sistema tributario chileno (en otras palabras, no reduce la desigualdad porque no trata); y que, sin comparar los pesos involucrados y considerar una reestructuración importante de programas  desde otras reparticiones públicas, los porcentajes de crecimiento presupuestario de Cultura y Seguridad no dicen nada. Tampoco se dijo que las cifras de inversión extranjera en Chile están en récords históricos.

Sturzenegger y Matthei son personas serias y consideradas como tales de manera amplia, presentando en una institución también seria. Son indudablemente parte de la élite económica, política y cultural de Chile y Argentina. Me cuesta creer que las correcciones que acabo de hacer les sorprenderían, pero en ese auditorio todo fue celebración por los logros y por lo claro, necesario y obvio de los programas de la “motosierra” y la “tijera de podar” – en el modo algo más tímido chileno.

Esa timidez no escondía falta de convencimiento. La candidata señaló que lo que han hecho en Argentina “nos tiene a todos inspirados”. También dijo “me encantó el hecho de que no más papers, no más reuniones, no más bullets, just do it”. En la práctica, eso se traduciría en “cortar todo lo que se pueda y lo más rápido que se pueda […] por la vía administrativa porque no vamos a tener tiempo para ir al Congreso”.

Cuando la técnica y los datos sirven, se despliegan con prestancia y convencimiento. Cuando obstaculizan, súbitamente se transforman en “demasiados papers” o reuniones improductivas. Esta celebración de la acción por sobre la duda no es casual ni aislada – es el sello del mileísmo en Argentina, del trumpismo en Estados Unidos y lo que al parecer se propuso para Chile esa mañana.

Lo paradójico es que este anti-intelectualismo no proviene de outsiders, sino que se presenta en una institución que tiene una fuerte reputación de rigor técnico e intelectual. La misma élite que durante décadas ha exigido evidencia incontestable para cada política social (lo cual me parece bien), aplaude entusiasmada la idea de podar regulaciones sin mayor análisis. Se aplaude la audacia política y “el método” que se está usando en Argentina para implementar medidas radicales sin el fastidioso ritual de justificarlas ni de siquiera hacerse cargo de la existencia de la oposición. Sturzenegger llama a esta última el Ancien Régime y afirma convencidamente que “la regulación es pro-corrupción y la desregulación es anti-corrupción”, encontrando sólo asentimiento en un auditorio financiado por los grupos económicos más importantes del país.

La “seriedad” en Chile, quizás demasiado a menudo, funciona más como barrera de entrada al debate público que otra cosa: quienes la poseen pueden permitirse bromas sobre gemidos sexuales y simplificaciones de estadísticas complejas mientras mantienen su estatus como voces autorizadas. No encontré por ninguna parte menciones a la broma sobre los gemidos de Milei, quizás porque a estas alturas ni llama la atención o quizás porque sería un despropósito: en ese auditorio se perdona todo.

El riesgo no es menor. Si esta estrategia da réditos, pronto podríamos ver cómo políticas públicas a medio cocer y con costos sociales superlativos se implementan sin debate sustantivo, legitimadas únicamente por la imagen de seriedad de quienes apoyan a sus adalides y la promesa de desregulación a sus financistas. La pregunta que queda flotando es si nuestras instituciones y nuestro debate público serán lo suficientemente robustos para exigir “seriedad” y no sólo su impostura.

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